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El Aleph, ese punto más allá del infinito que engloba al Cosmos o todos los Cosmos, y es Dios y más que Dios y es todos nosotros… ¡Somos todos nosotros! Todos nosotros tras la experiencia de experiencias, muerte que nos hará pasar por ese estado recombinatorio donde cada átomo nuestro es un átomo del Todo o de todos.¡Soy yo desde todos los ojos que en la vida me miran o se miran, me miraron! La muerte es así, la muy escondida cuarta dimensión, o la distinta dimensionalidad del Universo que nosotros contemplamos como tridimensional, esa “4ª”… o ninguna tercera, que nosotros queremos conocer por tiempo y es simplemente el gozne sobre el cual aquél gira, o vira, retorna otra vez sin haber concluido, pues no es lineal, no es contable ya que eterno. Recuerden: El Tiempo = La Eternidad.
La Eternidad es así de sencilla, como una labor de carpintero, o cualquier otra humilde labor. Hace 1950 años justos (no olvidemos que esto está escrito en 1983) que un carpintero habituado a la materia madera tuvo el trágico honor de presentárnosla. Desmontemos las bisagras de esa puerta que él abrió o construyó, y que todo vino a destruir o a cerrar de sonora confabulación asesinado su artífice, y contemplemos al viejo Aleph: Soy yo desde todos los ojos que en la vida me miran o se miran, me miraron.
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