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Vidas que no se comen a otras; pero que tampoco necesitan ni luz solar, ni oxígeno, ni amables temperaturas sino que prosperan a 180º o que no las mata ni siquiera la proximidad del cero absoluto del medio interestelar; que avanzan o están en ácido sulfúrico como si de agua se tratase; que enterradas a 4 km bajo tierra como si fuese la amable superficie; que viven en la venenosa solución del río Tinto cual si nenúfares en su propicia charca….
Hondo respeto por todas estas vidas capaces de sobrevivir a todos los infiernos y transformarlos en los amables jardines que algunos planetas, o parte de los mismos, como el nuestro, son. Vida, ella la creadora del mismo oxígeno que más tarde necesitará para manifestarse bajo más cordiales o reconocibles formas, célula eucariota su invento y no al revés.
Todos estos extremófilos que encaran al dios que los hizo con el orgullo legítimo que dice: “¿Quién hizo a quién?”. Todos estos extremófilos que colocan la propiedad más notable del Universo, la Vida, en cualquier parte de él. Todos estos extremófilos que si reuniésemos en un solo ejemplar todas las capacidades de supervivencia extrema de cuantos existen, quizá nos encontrásemos con aquella propiedad sobresaliente de la vida: no figurar la muerte entre sus planes, tal y como lo exponemos aquí. Así pues, me parece una discusión hasta sin sentido el pensar que la vida de un organismo superior como lo es una persona no haya podido experimentar en un pasado cercano o remoto, o en un futuro igual, el hecho de la resurrección, de volver a la vida tras expirar de la forma que fuese, más cruentas que la de Cristo o más indoloras que la de él.
Si existe algo en el Universo merecedor del más profundo respeto: Eso es la Vida. Con mayúsculas. Pues es de esos pocos vocablos en todas las lenguas que merecen ser magnificados. Tesón como el suyo, capacidad de aguante… Con sólo parecerme un poquito a ella, me doy por el ser más importante de entre todos los de mi especie.
Vida o Maat Madre (y con este “madre” para nada hago alusión a úteros que paren de determinada especie) ella el solo Dios. Ella es el Dios al que hacemos alusión en el título, el Dios que puso el Nombre. "Hemos vencido a la muerte" pueden decir con propiedad desde las arqueas a las células eucariotas legitimadas por todos estos extremófilos que se atreven con todo, a sobrevivir casi en cualquier parte y en las que fuere condiciones.
Diferencia entre afiliado y militante político
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En el ámbito de la política española, es común encontrar términos como
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Hace 1 semana