Glándula pineal
Unidad rectora o edecán de nuestro espíritu, guardián circadiano de nuestra vigilia sueño, ese tercer ojo tan hundido por una maldición en nuestro cerebro pero que sabe perfectamente de la luz por su íntima unión con la retina, igual que conecta con la división esquizofrénica de nuestros cerebros en dos hemisferios separados.
Guardián de nuestro espíritu y de nuestra juventud con su segregado producto melatonina, ese antioxidante que pone a salvo las células de las mortales sin propósito reproducciones, o de la vejez el desgaste.
Si hemos de tener un representante en este mundo del cuerpo que nos forma y él conociendo las órdenes que emanan de nuestra inteligencia, estado de ánimo, ese estado de ánimo que nos produce el comprender, que nos produzca el comprender la realidad superior que somos, él:ella ha de ser Pineal, nuestro edecán o conde, comites, compañero.
No permitamos que la “arenilla del cerebro” producida por la edad empañe su función melatonínica, esa elaboración de estado crepuscular, esa milagrosa frontera del cerebro donde éste funciona al 100% produciéndonos tan íntimo descanso que el sueño nos provoca, de la felicidad. Cisne Zeus o Tinia de la eterna Persipnae o Hebe. Esa belleza, juventud, que comió Dorian Gray por su retrato cuando debió extraerla de ahí.
Glándula pineal de los suspiros, de nuestra exquisita sensibilidad, que te llamé hace tiempo. Hija de la luz cual Isis; e hija de la amorosa oscuridad, la que nos pone a salvo del estrés, de este confundir el progreso con todas las artificiadas luces. Estas que me procuran a mí, por ejemplo, componer este libro y más vale que ni lo escribiese, descansase en ese amoroso útero de la total oscuridad, esa a la que ni vamos dejando ya ni campo en que expresarse con su lenguaje de estrellas sobre nuestras cabezas como únicas luminarias.
Luces artificiales, cafeína, tabaco, estrés, todo eso que impide a Pineal, además de la edad, realizar su trabajo contra ese mismo paso del tiempo y su proceso oxidativo: producir melatonina. Todo eso hago yo, hacemos como Athanores de mierda que somos, hornos alquímicos defectuosos, cerebros no mitrados por un majestuoso funcionar.
Athanor, he ahí Pineal.
He ahí a tu Conde, Comites, Compañero.
Espero que al presentártelo, rectifiquemos nuestra caída al abismo del resultar apagados por no estar atentos ni a la propia combustión de nuestra vida, que no se atasque el tiro antes de la hora.
Melatonina.- Ayuda a las mitocondrias, esos orgánulos heredados por vía materna (¿de quién lo heredaríamos dadas sus funciones de currante celular?) sin los cuales no existiríamos (de hecho no existimos: cuando llega la malfunción por el exceso de trabajo del orgánulo mitocondria, la célula es inducida al suicidio o la apoptosis) pues son las fábricas sobre las que recae la tarea más dura o de alimentación, producción de ATP; la melatonina ayuda a la mitocondria a recomponerse de tanto trabajo oxidativo, ya vimos hace dos capítulos como para la síntesis de una sola molécula de ADN necesita producir nada menos que la friolera de 120 millones de moléculas de ATP. Para ayudar a Pineal, este Conde de nuestro Conde, a producir la melatonina, existen alimentos ricos en ella. Háyase en algas, verduras, legumbres, cereales, frutas. No acudáis como primos a las consultas de los sacacifras millonarias, endocrinos a la virulé, que despluman a los que poco esfuerzo les costó ganar su patrimonio bajo la promesa de una juventud prolongada sin tener que cargar como el Dorian de Wilde con retrato alguno de ninguna maldición. Procuráosla vosotros mismos acudiendo a la única farmacia decente: La propia Naturaleza.
Dícese que la cebada, plátanos, tomates, arroz y maíz tienen o procuran excelentes niveles en esa sustancia regalo de Pineal, melatonina. Pero yo me inclino por las algas, pues famosa es la longevidad y salud de japoneses –ahí los tenéis, no caben dentro del ámbito de su propio territorio- degustadores de las mismas.
Las algas son las verduras del mar, hay hasta 24mil especies distintas y la mayoría son comestibles
A 2010 y este vídeo de RTVE sólo nos queda averiguar cuáles, de entre esas 24mil especies que pueblan nuestras costas, las de mejores niveles de melatonina, o ayuden a nuestro organismo a procurarlo.
Aunque tampoco se atiborren, ni yo por mi hipertensión, si son hijas de la mar salada. También las hay de agua dulce. No olvidemos que el exceso de algo procura lo que evitar queremos evadiendo el defecto de lo mismo. Un exceso aquí deviene en tan oxidativo o muerte de las células como su propio defecto. No animemos demasiado a nuestras trabajadoras, como herencia de mujer, mitocondrias a producir y producir ATP para la loca duplicación del ADN y, por tanto, de las células; sabemos que eso es cáncer.
Melatonina sí, sol sí; pero la hermosa oscuridad de la noche estrellada que con su luz no molesta. Preciado equilibrio que jamás descubriremos, al paso que vamos, en su exacta y aúrea proporción.