A alguien en este mundo, estos años, yo inspiré en sueños: La última palabra para amar es amor, pues la primera fue siempre JUSTICIA

"La rebelión es mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos" Alejandra Pizarnik-en esta vida

"Solo veo rosas" Alejandra Pizarnik-más allá de esta vida-

Solo soy pura rebelión, vino a decir... aunque no sola estás

Vos no está sola. Y esta rebelión se hará. Y no desde la soledad. No desde cuatro gatos somos y por eso nos pisotean. ¡Una ola de Rebelión vendrá que tambaleará los cimientos podridos de estas sociedades!

martes, 25 de mayo de 2010

Sueño que significa la muerte para casi todos

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Cualquier libro de biología os dirá que amitosis, esto que al parecer proclamo si acabamos con las divisiones, es la muerte de la célula. Pero insistamos:
Amitosis como camino inmortal del hombre.

…Significa la muerte de las células

Parad, os dije,
detened la célula
en el momento que sea la doble imagen de sí misma
cuando todavía es una.
Y un sueño se me regala mientras redacto el libro,
seguramente concreción de pensamiento semiinconsciente que, al respecto del sueño madre que motivó esta obra, en algún momento de los pasados años tuve:

La edad ideal para que el hombre reciba
este poderoso influjo-freno
que lo devuelva a su estado atlante
no debe pasar de los 23 ó 24 años de su vida.

Un sueño que nos condena a todos los que sobrepasamos esa edad.

Veintitrés son los pares de cromosomas
que hacen de nosotros lo que somos.
Seguramente este dato lo tuvo presente el sueño
que puede ser no premonitorio, ni condenatorio;
pero ¿qué más da?

Sueño que significa la muerte para casi todos,
ha de acompañar a otro que significa la inmortalidad.

Imaginemos los cromosomas, cada par, como peldaños de una montaña, uno asciende, otro desciende; dos laderas apuntando a la misma cúspide y que sólo por una de ellas se pudiese subir, por la otra, bajar. Veintitrés son los peldaños o salientes rocas que llevan a la expresión más alta, y veintitrés los que nos descienden: genes de juventud, genes de senectud; genes que dan forma y genes empeñados en desmentirla, borrar lo donado, reducir a una planicie de nada la sobresaliente orografía capaz de un rostro. No dejar expresarse a esos 23, sería la solución para esta condena a muerte, del sueño, para casi todos. ¡Ahí estaremos, en esa trinchera, fortificándonos contra el enemigo disolvente!
(Toda una premonición, visto desde 2010, hecha en 1983 sobre la abundante investigación biológica de nuestros días al respecto de los mecanismos moleculares y genéticos del envejecimiento)

¿Por qué vía heredaremos los genes de la muerte, feos genes que envejecen, disuelven? No apunto al padre ni a la madre, del padre al fin heredamos los centriolos, la figura estelar de nuestro libro, centrosoma, centrosol, centro del áster, donde ha de librarse y entre quiénes, esta epopeya del “éste vence a éste” de la inmortalidad; no apunto al padre ni a la madre, ésta, donante de la fabrica alimentaria de la vida: Mitocondrias, pero digo que hay “géneros de vida” y “géneros de muerte”, distintos géneros que han de ser abolidos, si la vida es un género un rostro exclusivamente.

Siguiendo con la amenaza, para todos nosotros, yo con mi edad de Cristo, 33, por diez años fuera de la promesa de inmortalidad onírica. ¿Y si esos 23 ó 24 años como máximo para experimentar esa anafásica Ascensión, se refiriesen no a edad de hombre individual sino a Edad General del Hombre, siglo XXIII ó XXIV de nuestra Era? ¡Desde luego sí que para entonces estaríamos, como especie, en la Edad de Acuario, sea de Oro si allí la inmortalidad! …Inalcanzable entonces para ninguno de nosotros que vivimos ahora, ni los que nazcan en estos momentos, ni los que en la primera o segunda centurias del nuevo milenio, inalcanzable para todos nosotros inmortalidad.

Adolescente género humano, siglo XXIII, llegarás al final de tu carrera y te doctorarás en vida.

¡Hagámoslo posible ahora! Me sigue gritando la rebelión.

A 2010 se me ocurre que los genes homólogos en los pares cromosómicos, además de ese papel benefactor que pueden jugar -si uno de los genes del par conlleva una malformación el del otro cromosoma del par tomando el control de la expresión nos pone a salvo- ¿podrían ser esos demonios a los que aquí aludo y toman el control de la expresión pasando cierta edad, sean esos 23 ó 24 años, y así nos descienden hacia la senectud como aquí se dice; uno de esos genes homólogos el dador de la juventud, de la expresión, el otro, de la senectud, de lo que borra o degrada esa expresión? Jueguecitos genéticos que ¿habrán experimentado o investigado? ¡Menos clonaciones o criogenizaciones de ovejas o de famosos y ricachos, y más espabiladas neuronas para experimentar o investigar todas las posibilidades de esa nada, herencia genética que no hay porqué sobrevalorar tanto, que nos dirían las dras. Rita Levi Montalcini y una bióloga norteamericana de la que olvidé el nombre y el internet no tiene la amabilidad o el conocimiento o el orden lógico en la captura y exposición de ese conocimiento, como para recordármelo!
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