A alguien en este mundo, estos años, yo inspiré en sueños: La última palabra para amar es amor, pues la primera fue siempre JUSTICIA

"La rebelión es mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos" Alejandra Pizarnik-en esta vida

"Solo veo rosas" Alejandra Pizarnik-más allá de esta vida-

Solo soy pura rebelión, vino a decir... aunque no sola estás

Vos no está sola. Y esta rebelión se hará. Y no desde la soledad. No desde cuatro gatos somos y por eso nos pisotean. ¡Una ola de Rebelión vendrá que tambaleará los cimientos podridos de estas sociedades!

viernes, 18 de junio de 2010

Metabolismo viviente para un muerto: Catabolismo catastrófico

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La química del metabolismo, sus oxidaciones catabólicas o de destrucción asimilación alimentaria, y el anabolismo –Otra vez Ana: Arriba- reductor que recompone o sintetiza las moléculas, discurre más que por el camino cesión-aceptación electrónica, por el de transferir o acoger átomos ionizados de hidrógeno, por el quitarse de encima al “hacedor de agua” o necesitarlo… Pero, para el caso, es lo mismo; y bien pudo ser aquella una radiación leptónica: Metabolismo de resurrección. ¿Qué mejor metabolismo?
Pero este muerto tan especial debió sufrir un catabolismo catastrófico: Brutalmente muerto en todos los sentidos, por la violencia de los otros ensañándose hasta arrancarle la vida y la muerte ejecutándose sobre él como sobre nadie antes: Tan totalmente muerto, que esa muerte que pasea lenta sus pasos sucesivos sobre los otros, aquí actuó de una manera galopante como una enfermedad virulenta. Se murió, todo lo que puede uno morirse hasta el desaparecer tus huesos, en unos instantes solamente. Ese mismo tiempo efímero que estiman los analistas de la Síndone para sucederse la radiación sin identificar.

Esa energía calorífica
Un puñetazo oxidativo de esta índole, que obligara a toda proteína a descomponerse en sus aminoácidos y éstos a su vez en sus leptones protones, +ión –ión, sería un calor. Suficientes megacalorías como para desprender cualquier puerta de entrada, hago referencia a la del sepulcro, esa gigantesca piedra removida, y asimismo a la de los mismísimos Cielos, esa Babilis puerta.
Y ya se sabe de la sensibilidad de las proteínas al calor, rápidamente se disocian en cuanto la temperatura no les es propicia. Bastaría con que la radiación se hubiese producido en un lugar del cuerpo, íbamos diciendo los ojos y el catalizador reactivo de las monedas de bronce, cobre casi todo en esa aleación, como para que se hubiese extendido al resto del cuerpo cual una reacción en cadena.

Así que cuando vemos escrito que “vivir es oxidarse”, una de esas frases con las que nos premian los fisiólogos, una piensa enseguida que morirse, más, esa descomposición para que nos asimile el entorno como si no hubiésemos estado durante toda la vida deglutidos por él. Con esto de “vivir es oxidarse” podríamos decir, y más ante el nivel calorífico de esta supuesta descomposición galopante, que el muerto VIVIÓ, según los que a la vida llaman oxidación, DE UNA MANERA DESMESURADA en esos pocos segundos o nanosegundos o fentosegundos que duró la radiación de descomposición.

Vamos a resucitar
Aunque no le pongáis ese programa a vuestras células, ya que sólo podrían admitirlo: LAS QUE NUNCA MUEREN, hoy conocidas como CÉLULAS MADRE: Una descomposición galopante que las dejase tan intactas al otro lado de la “radiación” o del otro lado de la resurrección. Antes de que se empezase a hablar de células madre, todo hay que decirlo, yo llamé a estas células siempre vivas que no son nuestras neuronas, las que también: “Células Carmen”. Como es lógico que haga cada cual con aquello que descubre, o piensa en ello antes de que otros vengan a hablarle de algo, nunca lo mismo sino parecido.
Y ya que no madres –nadie estaría dispuesto a considerarlas así, ¡y ni siquiera a considerar como célula alguna aquello de lo que hablo!-, mis células, esas que aguantarían intactas o se traspondrían al otro lado o a uno de los polos de la Resurrección, “el que va hacia arriba” –recuerden del capítulo anterior- o radiación catódica, leptón, electrón, los electronegativos aniones atraídos por el ánodo; “mis células”, hipotéticas hasta que no nos las muestre algún resucitado como hiciese con la llaga a Tomás (llaga que no era otra cosa que el corazón atravesado de un lanzazo, ¿cómo se puede sobrevivir a eso si no resucitando?), sigan llamándose “de Carmen”… Hasta que descienda o ascienda de la nada otro más capacitado como descubridor y hasta hacedor y, por tanto, más legítimo propietario de denominar en origen.

Otra vez viene bien aquí introducir la imagen de mi sueño tan propia para describir los dos polos de algo: polos centriolares en la mitosis o polos positivo – negativo en cualquier catódica radiación.
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